El amigo de la Comisión de Alava de la RSBAP, D. Miguel Gutiérrez nos envía un texto sobre «La salud mental y el confinamiento».
El Dr. Gutiérrez es catedrático de Psiquiatría, Asesor del Consejo de Salud mental del Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco y prestigioso investigador.
Posee amplia experiencia profesional en diversos hospitales vascos, docente e investigadora con 22 premios, dirección de 17 tesis doctorales, 109 publicaciones y 430 ponencias o comunicaciones en congresos, además de algunos organizados por él.
Salud Mental y confinamiento
Miguel Gutiérrez Fraile
En esta epidemia, CORONAVID19, existe una incertidumbre sobre la naturaleza de la enfermedad, su propagación, alcance e impacto. Las respuestas psicológicas más frecuentes de las personas afectadas (tanto directa como indirectamente) pueden incluir «el miedo». Miedo a enfermar y morir, que hace que estas personas eviten acercarse a centros sanitarios por temor a infectarse mientras está siendo tratado o los frecuenten en demasía, miedo a perder medios de vida, cerrar el negocio, no poder trabajar durante el aislamiento o ser despedido del trabajo. Miedo a ser excluido y estigmatizado socialmente por estar asociado con la enfermedad. Un miedo especial es aquel de personas que se sienten impotentes para proteger a sus familiares y el consiguiente miedo a perderlos debido al virus.
No menor es el temor de muchos de ser separado de los seres queridos; sufren estos y sufren aquellos, recordando esas terribles situaciones en las que se afronta la muerte de un familiar sin poder despedirlo. Estos problemas afectan más directamente al personal sanitario, de seguridad o abastecimiento y las personas cercanas a las víctimas, ya sean fallecidos o personas que estén en tratamiento. En personas con discapacidades físicas o mentales y ancianos cuyos padres o cuidadores han sido puestos en cuarentena, no faltan sentimientos de impotencia, aburrimiento, soledad y depresión por estar aislado. Muchos enfermos psiquiátricos pueden descompensarse, con especial referencia a personas con trastorno obsesivo compulsivo, enfermos del espectro autista, que pueden presentar cuadros de agitación en la situación de confinamiento, y trastornos bipolares. El aumento de trastornos de ansiedad y crisis de pánico, las alteraciones del sueño y los trastornos depresivos con sentimientos de desesperanza, muy condicionada por la edad y la soledad…, el riesgo de suicidio es importante.
No es infrecuente ver deambular por las calles a enfermos psiquiátricos fuera de los circuitos sanitarios de control, a dependientes de drogas que, aislados en sus casas, rompen el confinamiento para proveerse de las mismas, a individuos con trastornos de la personalidad disocial que no se atienen a normas, ni siquiera en estas circunstancias, y transgreden las disposiciones de aislamiento. Determinadas informaciones, las que aluden a conspiraciones en la base del origen de la epidemia, pueden concluir en delirios persecutorios para algunos enfermos. Los factores estresantes más importantes que afectan a estas personas durante la cuarentena incluyen frustración y aburrimiento relacionados con el aislamiento que implica la pérdida de la rutina habitual y del contacto social y físico con otros. Otras variables son suministros inadecuados y acceso a servicios médicos regulares limitados. Déficits de comida, agua o cambio de ropa, máscaras, recetas y termómetros. Información insuficiente, confusión sobre las razones de cuarentena y percepción de falta de transparencia. Todo ello puede actuar muy negativamente sobre el psiquismo de muchas personas. La angustia es común en situaciones de miedo e incertidumbre y está más presente en sectores débiles, como el de los enfermos psiquiátricos.
Bien, ¿pero ahora qué hacemos? En mi opinión, cabría hacer varias cosas, algunas de las cuales ya se están llevando a cabo. Naturalmente todo pasa por Identificar y apoyar a pacientes de alto riesgo, incluyendo situaciones familiares comprometidas. En este sentido, el concurso de trabajadores sociales que evalúen estas situaciones es fundamental. En lo que se refiere a los pacientes ya diagnosticados y con tratamiento en curso, implementar todo lo que tiene que ver con medios telemáticos. Desde controles telefónicos frecuentes hasta videoconsultas con aquellos pacientes que lo necesiten a través de psicoterapias de apoyo y control de las medicaciones si procediera. Hay que asegurar que los pacientes tengan suministros adecuados de medicamentos para evitar la interrupción de la dosificación. También apoyo a familiares y a cuidadores de personas dependientes resolviendo sus dudas. Muchos pacientes y sus familiares muestran sentimientos de abandono al perder el contacto con sus médicos o con sus tutores.
El papel de los profesionales es reconocer y normalizar las reacciones de angustia, enseñar a los pacientes a reconocer sus propias reacciones de ansiedad y comportamientos de riesgo para la salud, y alentarlos a autocontrolarse. El manejo temprano de estas respuestas puede ayudar a que no se conviertan en perjudiciales. Puede ser útil discutir estrategias para reducir la angustia, (por ejemplo tener preparado “un plan” personal o familiar por si hubiera algún tipo de descompensación). ¿A dónde y a quien llamo si tengo problemas? Hay que respetar siempre las medidas de higiene personal y de la casa y cumplir con las recomendaciones de los servicios sanitarios.
Se debe instruir al que lo necesite en medidas preventivas cotidianas (por ejemplo, lavarse las manos con frecuencia, mascarilla o codo para la tos). Mantener un sueño reparador, comidas regulares y hacer ejercicio, (recomendamos aquellos que estén controlados o diseñados por profesionales de educación física). Es muy importante limitar el uso de alcohol, tabaco y otras drogas. Muy útil resulta hablar con sus seres queridos sobre preocupaciones que puedan estar en un primer plano y hacer ejercicios de relajación que incluyen respiración diafragmática y relajación muscular. Animamos a participar en pasatiempos y actividades agradables. Es muy conveniente, mantener la mente activa (leer libros, revistas, escuchar música…). Reducir al mínimo el tiempo que dedicamos a ver noticias sobre la epidemia o escuchar rumores, no deberíamos hacerlo más de dos o tres veces al día y buscar siempre la información en fuentes documentadas. Cuando un paciente u otra persona experimente una angustia emocional severa, presente una recaída o empeoramiento de una enfermedad mental y esté usando regularmente psicofármacos o piense en lastimarse a sí mismo o a otros, se debe consultar si es posible con un especialista en psiquiatría o salud mental o alternativamente dirigirse a un servicio de urgencias. También cabe informar sobre las reacciones al estrés a los colegas médicos de salud general para que puedan anticipar y responder adecuadamente a estas situaciones. En definitiva, un contacto clínico más frecuente puede ayudar a abordar las preocupaciones emergentes, lo que puede ayudar a evitar exacerbaciones graves u hospitalizaciones.
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