Autor. Santiago Arcediano
Acerca del placer de pintar lo más puramente posible se explayaban con deleite, entre otros, los surrealistas Joan Miró y André Masson.
En la transmisión de buenas noticias, se identificaban evangélicamente con un tipo de pintura libre, espontánea y desenvuelta, sin cortapisas ni ideas preconcebidas. Que la mano desplegara una genuina ingenuidad más o menos azarosa en la improvisación de gestos trazos y otras caligrafías. Por este lado rabiosamente expresionista, con planteamientos abstractivos o al menos ajenos a la figuración tal como la entendemos tradicionalmente, discurre una de las corrientes internacionales más fructíferas del arte desde la segunda mitad del pasado siglo.
Premisas artísticas de aquel entonces que a pesar del tiempo transcurrido persisten en la actualidad aunque hayan perdido evidentemente su antiguo carácter transgresor. Pero todavía pervive y eso es inmutable, la importancia concedida a cualquier proceso con espíritu experimental, a la necesidad de conseguir hallazgos, a la plenitud de formas, manchas y colores; o de informalidades cromáticas, como también se prefiera.
Ahí desempeña igualmente un papel destacado el observador, en la valoración y recreación de unos trabajos en los que prevalece el hecho físico de pintar, que es el instinto más libertario del artista. Y con este instinto, el despliegue de otros ingredientes que además de visuales, pueden ser emocionales o de interpretación más intelectual. Nuevamente, las manifestaciones son múltiples como los modos de aproximarse a la comprensión del arte contemporáneo. Lo sabe perfectamente y persiste en ello en su actual exposición Miguel San Román.
Pintor, diseñador, profesor
Para este vitoriano la creación plástica tiene siempre un componente de desconocimiento que es fundamental. Esta idea es clave. A partir de este arranque, debe incardinarse casi todo su devenir artístico desde principio de los años setenta. Como pintor pero también como diseñador gráfico y como profesor de dibujo ya jubilado de enseñanzas medias, la plasticidad de lo visual y lo icónico, la percepción de realidades, objetos y cosas, ese mundo “señalético” que nos rodea a todos, poseen su proceso estético, su embellecimiento formal, a veces incluso práctico y utilitario o utilitarista, pero a este creador visual, a este diseñador de imágenes, además de singularizar un estilo, le fascina y mucho, ahí está su trayectoria, la divulgación de una pedagogía. Bendito concepto.
A González de San Román por supuesto que le interesa dar notoria sustantividad a los valores plásticos de su obra gestual, a esos campos cromáticos (in)formales que son tan espontáneos como expresivos, pero en este hombre subyace, como constante, ese deseo-que es capacidad en él- por propagar ideas y conceptos., reflexiones varias en torno al conocimiento del arte. Así también en este caso, ese acercamiento o esa apoyatura hacia ls géneros tan escolásticamente tradicionales como son el retrato, el bodegón, el paisaje o el desnudo. Ejercicios sin duda, cómplices con el espectador, amenos en su complemento con el resto de la obra presentada.
Así lo reconocible, lo perceptible, esa tentación de vuelta al orden de lo figurativo, con ese otro mundo figurado pero más intuitivo e incontrolable en sus (in)definiciones de trazo, color, luz y espacio. En San Román todo tiene su corriente de fondo. Que no es subterránea, sino luminosa y gozosa.
San Román expone en la galería Talka de Vitoria hasta el 30 de marzo
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